La ERE como espacio para la reflexión en torno a la construcción de una sociedad desde la diferencia



El convulso escenario social y político en el que se encuentra inmerso actualmente nuestro país sin duda alguna ha dejado claro los altos índices de intolerancia, irrespeto, falta de escucha, indiferencia y egoísmo entre la población colombiana. Antes, durante y después de todo lo concerniente al proceso del plebiscito, y en especial después de los resultados obtenidos, todos hemos podido apreciar a través de los diferentes medios de comunicación, y en especial en las redes sociales, mensajes de todo tipo (tanto de quienes votaron SÍ como de quienes votaron NO) con un acento bélico y agresivo que da cuenta de la poca disposición interior que tienen unos y otros de respetar la diferencia y, desde allí, de construir una sociedad que valore y promueva este principio. Los memes sin lugar a dudas son el mejor reflejo de esto; bien valdría la pena que en las clases fueran analizados para descifrar y leer críticamente su contenido.

Por otra parte, esta situación ha mostrado la necesidad de que la escuela continúe fortaleciendo los procesos de formación tendientes a la toma de postura frente a los acontecimientos desde un análisis serio de los diferentes elementos que confluyen en esta crisis, pero que principalmente respete los argumentos contrarios, la visión distinta de las cosas, la comprensión de la realidad de una manera diferente a la propia. Esto evitaría sin duda alguna las confrontaciones subidas de tono que actualmente los colombianos de una postura y de otra sostienen.

En razón a ello, la escuela debe preocuparse por evidenciar en cada uno de los planes y proyectos, actividades, relaciones cotidianas y en general en todo el desarrollo de su proyecto educativo este principio tan necesario, el del respeto a la diferencia, para la construcción de una nueva sociedad. Es importante enseñar a debatir, a saber no estar de acuerdo y a expresarlo de la mejor manera, pero así mismo a escuchar, a ceder (muchas veces) frente a razones valederas. Es importante que la escuela se tome con seriedad esta misión e irradie e involucre en este proceso a las familias, que muchas veces asumen una postura de queja y desencanto antes que una propositiva, constructiva y esperanzadora.  

Las buenas prácticas que surjan de manera creativa en las instituciones escolares en cabeza de sus directivos, docentes, estudiantes o padres de familia para fortalecer este proceso de formación en el respeto a la diferencia deberían considerar por los menos los siguientes aspectos: sensibilizar a la población escolar en lo referente a la riqueza de nuestra diversidad étnica y cultural, eliminación de estereotipos en la sociedad, formación de actitudes de respeto frente al hombre y a la mujer, conocimiento y respeto de los derechos humanos, respeto a las creencias religiosas, liderazgo y desarrollo sostenible.

En este mismo sentido, debemos considerar que la Educación Religiosa Escolar, desde una visión amplia, atendiendo a la misión que tiene en la escuela y a su aporte en el alcance de los objetivos establecidos en la Ley General de Educación, así como a la contribución que hace a la formación integral de los niños y jóvenes, se convierte en el escenario ideal para afrontar estas problemáticas y para establecer un diálogo constructivo en pro de fortalecer la construcción de una nueva sociedad desde la diferencia. El papa Francisco así lo ha recordado y así lo ha testimoniado a través de sus peticiones mensuales (https://www.youtube.com/watch?v=OlElPFJPmeY).

No desaprovechemos la riqueza del contenido de la ERE en relación con las diferentes realidades humanas. La ERE no se trata de contenidos estrictamente religiosos, sino que se trata de la vida misma. Y la vida de nuestro país exige que nuestros contenidos, dinámicas, experiencias y enseñanzas permitan establecer puntos de encuentro, a pesar de la diferencia de criterio que podamos tener. En esta perspectiva, vale la pena recordar que “… una verdadera educación religiosa tiene un efecto en la relación con el otro o la otra (dimensión afectiva), los otros (dimensión sociopolítica) y lo otro (dimensión profesional)”.[1] La ERE tiene como finalidad “constituir un compromiso en la historia para lograr un mundo nuevo y diverso…”;[2] de allí que sea un espacio privilegiado para la reflexión en torno a la construcción de una sociedad desde la diferencia, ya que esta asignatura enseña a valorar la apertura a los demás, la amistad, el amor, la solidaridad y el respeto al otro a partir del conocimiento de lo que se es, lo que se hace, del cómo se hace y del por qué se hace.[3]

Para cumplir con este propósito, la ERE, por tratarse además de una asignatura fundamental en el proceso de formación integral de los niños y jóvenes, desarrolla los siguientes aspectos:[4]

a.    Potencia la racionalidad de la persona: La ERE permite al estudiante pensar en profundidad hallando el verdadero sentido y significado de las situaciones que acontecen. En esta clase se aprende a comprender hechos pasados y presentes, a tomar perspectiva de las situaciones desde una mirada cristiana descubriendo los llamados y los interrogantes presentes. En esta asignatura se posibilita (según las edades) el aprender a ver, juzgar y actuar.

b.    Fortalece la comunicación: En la asignatura de Educación Religiosa se enseña a prestar atención al otro y a interiorizar, a hablar y hacer silencio; en definitiva, a establecer una actitud de diálogo con la realidad, con su contexto, con sus pares y con el totalmente OTRO. Comprender la vida de varios personajes bíblicos, como los patriarcas y los profetas, y la de muchos personajes contemporáneos sin lugar a dudas contribuye a ello.

c.    Enseña a vivir en libertad: Libertad para no dejarse enceguecer por apasionamientos o por ideas impuestas. La ERE ayuda a establecer una escala de principios y valores que se convierten en el soporte para el análisis de, y para la toma de postura frente a, las situaciones.

d.    Promueve el sentido de lo ético: La ética le permite al estudiante vivir conforme a sus creencias, pero sin querer pasar por encima del otro. Ello conlleva a apreciar lo humano y lo apreciable que hay en los otros y en las realidades que se perciben.

e.    Hace crecer en el sentido de lo estético: “Una aportación específica de esta materia es el amor […] Aprender y enseñar a amar con profundidad, sin egoísmos y sin limitaciones es el reto que responde a la crisis de la sociedad actual”.[5] Cuánto bien haría la vivencia a plenitud de este principio. ¿Acaso no nos dio Jesús ejemplo de esto en el relato de su encuentro con la samaritana?


Frente a los acontecimientos recientes señalados al comienzo, esta corta reflexión se convierte en una oportunidad para preguntarnos cómo lo estamos haciendo, en qué estamos fallando, qué aciertos hemos tenido. No podemos seguir permitiendo que hechos como estos se sigan presentando y la escuela, y en especial la ERE, continúe indemne, indiferente, sin repensarse, sin transformarse. Tampoco podemos seguir permitiendo como maestros de ERE que los estudiantes sigan notando una desvinculación entre fe y vida. Se trata de todo lo contrario. La realidad nacional nos lo exige y Jesús nos invita.

De acuerdo a las ideas expuestas, como maestro de ERE, ¿qué estrategias concretas podrías sugerir para implementar en el aula que contribuyan a la creación de una sociedad desde la diferencia?





[1] Rueda, José Luis, et al. Educación religiosa escolar: Naturaleza, fundamentos y perspectivas. Bogotá: San Pablo, 2015, p. 22.
[2] Ibid.
[3] Gómez, María Eugenia. Didáctica de la religión: Tesoro escondido en la escuela. Madrid: PPC, 2011, p. 26.
[4] Ibid., p. 28.
[5] Ibid., p. 29.

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