Aspectos a reflexionar sobre la innovación educativa

En la mayoría de los colegios existe un afán insaciable por evidenciar ante sus clientes el alto nivel de innovación que se tiene. En la mayoría de los casos, este factor ha sido entendido como el porcentaje de inversión en elementos relacionados con la infraestructura o con la tecnología, especialmente. Es así como observamos el enorme esfuerzo de las directivas de varios colegios por generar estrategias de marketing que reflejen claramente dichos procesos de innovación. En este contexto es necesario preguntarse si esto obedece a un interés real por mejorar el proyecto educativo, que debe ser el gancho que atrae a padres de familia, o si, por el contrario, está simplemente relacionado con el deseo de no quedarse rezagado ante la amplia competencia, que puede suponer además lna acelerada pérdida de estudiantes año tras año. Es allí donde se registra precisamente la principal falla. Un buen número de colegios ha optado por procesos de innovación por la segunda razón expuesta, lo cual, en la mayoría de los casos, no trae los frutos esperados sino que, por el contrario, genera mayores dolores de cabeza por los altos costos que conlleva y porque el retorno de la inversión se genera lentamente o, de hecho, casi no se genera.

A continuación, se presentan algunos principios que pueden servir de orientación a la hora de implementar procesos de innovación de manera exitosa, especialmente en centros de educación católica en donde se percibe un poco más fuerte el deseo de no quedarse rezagado ante la presencia de instituciones con infraestructuras más actuales y con un amplio poder de inversión en elementos como la tecnología, la formación docente, los servicios complementarios, procesos de bilingüismo, etc.


1.       Tener presente la antropología y la cosmología[1] propia del proyecto que orienta el centro educativo: Consiste en releer todas las posibles innovaciones que se pueden implementar en el centro desde la visión de ser humano y mundo que se tiene. Se trata de identificar claramente en qué medida las innovaciones previstas enriquecen o no esa visión, si están en sintonía o en completa disonancia.

2.       Recuperar la libertad con respecto a la situación actual del colegio: Se trata de hacerse las siguientes preguntas: “La manera como hacemos las cosas, ¿es la única?, ¿pueden existir distintas maneras?”. Esto permitirá imaginar nuevos escenarios y posibilidades. Ayudará a sacudir el polvo de los anaqueles y desarrollar la creatividad entre los miembros de la escuela, al tiempo que permite descubrir qué es aquello que debe permanecer.

3.       Encarnar la utopía de nuestro proyecto en esa realidad desmontada: Es reconocer la riqueza del proyecto educativo en esencia, es volver a los orígenes para descubrir allí lo que le es propio, lo que lo hizo en sus orígenes atractivo, para luego identificar en qué medida lo que hoy se ofrece al alumnado y sus familias realmente está alineado o no.

4.       Búsqueda de sabiduría y recursos: Se trata de reconocer con humildad que no lo sabemos todo, sino que, por el contrario, existen otros que pueden a portar desde su experiencia. Se trata de hallar fuentes que permitan enriquecer. Es mirar hacia afuera, pero con una intencionalidad concreta: “innovamos para ser más lo que queremos ser”[2] y no simplemente para competir. Este principio le da un matiz diferenciador a las acciones que se emprendan.

5.       Arriesgar una propuesta nueva: Fruto del trabajo participativo y colaborativo, surgen finalmente las innovaciones, pero no de cualquier manera. No es acertado partir de cero. Lo correcto es aprovechar todo lo bueno que se ha construido por años para darle nueva forma con los elementos disponibles en la actualidad. Muchas instituciones comenten el error de desechar todo lo bueno que tienen, algo que sin duda genera caos y confusión.  

Como recomendación final, es necesario anotar que, si bien es oportuno involucrar a expertos externos en los procesos de innovación, se podrán alcanzar de una mejor manera las metas establecidas en la medida en que a esta dinámica se integren el mayor número de miembros de la organización en este proceso. Esto evitará en gran medida que el resultado final sea visto como una carga impuesta, lo que sin duda generaría que la innovación no ruede como se planeó.

Comparte con nosotros: ¿Cómo se han venido desarrollando los procesos de innovación en tu colegio? ¿Cuáles han sido los principales logros de este proceso? ¿Cuáles las mayores dificultades?





[1] Cortés, Javier. La escuela católica: De la autocomprensión a la significatividad. Madrid: PPC, 2015, p. 253.
[2] Ibid., p. 255.

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