¿Qué podemos aprender de la escuela en casa para el futuro de la educación y el para qué de la escuela?
Camilo E. Rodríguez F. - cerofe0306@gmail.com
Este periodo de confinamiento ha significado un remezón a gran escala en todos los escenarios. Así son las crisis: Nos movilizan para salir de la zona de confort (valga decir: del ensimismamiento, la quietud, la pasividad, el aletargamiento, el conformismo).
Respecto
a la educación, a la dinámica de la escuela y sus procesos esto no ha sido
distinto. Son innumerables los desajustes (en su estructura ya establecida) los
que se produjeron. Algunos con efectos positivos y otros aún por evaluar.
En
ese sentido, después de más de un año de confinamiento (y ahora de escuela en casa), convendría no solo
escuchar a los expertos (valiosos y necesarios, pero a veces con cierto acento
de profecía de alguna manera condicionante) y dar la palabra (y la
importancia) a quienes asumieron con valentía las tensiones generadas por
los cambios en el proceso educativo, para valorar sus aprendizajes y el
saber pedagógico que emerge de su reflexión en el marco de lo que hemos
llamado la Escuela en Casa. Se trata justamente de los directivos, los
maestros, las familias y los chicos y chicas.
Se
trata de reconocer un saber pedagógico que por demás posibilitaría por
un lado la revitalización o mejoramiento de las dinámicas actuales en educación
(en el marco de la pandemia), pero sobre todo (y principalmente) que
eventualmente podría ayudar en la transformación a corto, mediano y largo plazo
de la Escuela, algo de lo que venimos hablando de tiempo atrás.
Es
identificar que todos los actores de la escuela tienen cosas importantes que
decir, y valorar sus formas propias de
conocimiento (Penagos, 2006) así como de reconocer el aula (en su sentido
más amplio) como lugar de la sospecha (Vásquez, 2007) y escenario
propicio para la reflexión y la investigación; de manera especial en esta
Escuela En Casa.
A
medida que el ritmo acelerado del día a día nos permite llevar a cabo estos
procesos de reflexión e investigación participativa, queremos señalar en esta
oportunidad algunas lecciones que pueden servir de referente para
pensar desde nuestros contextos particulares, con nuestros recursos, con
nuestros equipos y desde nuestros sueños colectivos el futuro de la
educación y el para qué de la escuela. No perdamos la oportunidad de crear
o soñar nuevos escenarios desde nuestra propia identidad y carisma
atendiendo además las condiciones de cada territorio en el que estamos.
En
sintonía con la invitación de dar la palabra a los diferentes actores de la
escuela para escucharles y valorar su saber y formas propias de conocimiento
(Penagos, 2006), acudimos al método socrático: a la pregunta para referir las
lecciones. Queremos plantearlas justamente a partir de preguntas con el
propósito que en ese camino de reflexión participativa que instamos a emprender
en cada colegio, puedan servir de orientaciones para ese proceso dialogal. Desde
luego aclarando que no son las únicas y quizás no las más relevantes, pero sí
que son necesarias al momento de soñar nuevos escenarios futuros en el lugar de
trabajo de cada quién.
Antes de iniciar con las preguntas, es importante
destacar que este artículo se inspira en los resultados obtenidos en el proceso
de investigación que el equipo de CONACED Nacional y Fundación SIGE adelantaron
durante los meses de marzo y mayo 2020 con el objetivo de conocer los efectos inmediatos (marzo a mayo de 2020) de la
emergencia sanitaria en las escuelas católicas de Colombia; y que contó
con la participación de 9.630 familias, 6.305 estudiantes, 1.779 docentes, 450
directivos de 32 ciudades del país al cual se puede acceder a través de este aquí.
¿Qué modelo de
persona queremos (debemos) educar?
No se trata solo de embelesarnos en torno a sendas y profundas reflexiones antropológicas o filosóficas. Se trata de leer en clave prospectiva (de futuro) los hechos, las cifras, las realidades, los escenarios actuales, las fragilidades humanas, etc. y desde allí dar respuesta a la pregunta planteada, siempre en sintonía con nuestra misión evangelizadora. La respuesta a esta pregunta es fundamental en tanto ella determina la puesta en marcha de la escuela en su carácter teleológico pero a la vez en su carácter práctico: su currículo, sus prácticas pedagógicas, su modelo evaluativo, el diseño y construcción de los edificios, el tipo de relaciones que gesten al interior, la relación con los padres de familia, entre otros. Se trata de una pregunta que año a año debe considerar toda la comunidad educativa. No basta con que se encuentre consignada en el PEI. Sin duda la experiencia vivida, las nuevas investigaciones y los aprendizajes obtenidos en un año son motivo de más para enriquecer la respuesta; pero lo es mucho más ahora fruto de esta emergencia sanitaria en donde estamos invitados a repensarnos como especie humana recordando qué es lo que cuenta verdaderamente: que vale más la solidaridad que el individualismo, que debemos promover el cuidado de todos y de la naturaleza, que vale más una vida sencilla que marcada por el consumismo, que todos estamos relacionados, que dependemos unos de otros y que en ese sentido somos seres corresponsables, y finalmente que somos seres espirituales lo que nos posibilita la pregunta constante por el sentido profundo de las cosas, de la vida (Boff, 2020).
¿Qué modelo de
sociedad queremos (debemos) ayudar a construir?
Ligada
a la pregunta por el modelo de persona, se trata de considerar las
problemáticas que nos aquejan y para los que debemos educar: La desigualdad
económica y social, la crisis climática y la disminución del agua, la pérdida
de biodiversidad, la tensión de conflictos nucleares, los efectos nocivos del
desmedido desarrollo tecnológico, la persecución a las culturas ancestrales, etc.
(Laudato Sí 17ss), pero no de manera reaccionaria sino anticipándonos a
través de la creación de una nueva cultura que pase del antropocentrismo al
biocentrismo.
¿Qué currículo?
¿Es efectivo
mantener a los estudiantes en las aulas por largas horas con pocos descansos?
Una buena práctica durante esta experiencia de aprendizaje remoto ha sido reducir el tiempo de pantalla y modificar el plan de estudios en consecuencia. Según un estudio de la Universidad de Pekín "las sesiones en línea entre 15 y 30 minutos son más efectivas“ (Hughes, 2020). En ese sentido conviene que demos una mirada al manejo de los tiempos en la dinámica escolar y sus efectos en el aprendizaje por competencias. No se trata de una simple mirada instrumental del tiempo sino a la consideración de la mejor estrategia para la optimización del mismo. Si los expertos en educación señalan en relación al tiempo de exposición de los niños y jóvenes a las pantallas que “es recomendable aplicar medidas que aseguren que el contenido que consumen los niños es de calidad y tiene un propósito positivo” (García-Bullé, 2020), de la misma manera apropiándonos de esta recomendación deberíamos en el futuro cercano tener en cuenta este factor y así quizás dejar de pensar que más horas de matemáticas, de lenguaje o de cualquier asignaturas no representa necesariamente mayores o mejores aprendizajes; sino de la calidad de los procesos que se tejen al interior en el tiempo que se ha destinado para ello. Quizás al respecto pueda señalarse que “menos es más” y así estructurar el manejo del tiempo (para las asignaturas o para los proyectos de aula según sea el caso) de manera diferente a como lo venimos haciendo.
¿Qué valor damos al
estado emocional en el proceso de aprendizaje?
En el marco de este periodo de aislamiento tanto maestros, estudiantes y acompañantes han experimentado emociones de ansiedad, angustia, temor, tristeza (De hecho el 33% de las familias describe su estado emocional como poco favorable). El estado emocional determina en gran medida el proceso de aprendizaje. Ante esto, los momentos de interacción social y de contacto con los amigos se convierte en un aspecto relevante para sobrellevar la crisis. ¿En qué medida hemos privilegiado estos espacios? ¿Cómo darle prioridad a este hecho una vez regresemos a la normalidad como un elemento que juega en favor de los procesos de aprendizaje?. Existe el riesgo de que al centrarse solo en lo académico, las escuelas se olviden de que el bienestar debe ser lo primero (Hughes, 2020). Más allá de la postura o marco teórico desde el cual fundamentemos las acciones en relación al bienestar emocional de la comunidad educativa, urge que a este aspecto le demos el lugar y prioridad que merece una vez las acciones de la escuela se normalicen para crear un ambiente propicio que posibilite la salud emocional de directivos, educadores, estudiantes y personal administrativo y de servicios que entre otros aspectos permita a. el autoconocimiento de las emociones y sentimientos, b. la autorregulación emocional, c. crear motivación desde la autonomía personal, d. El desarrollo de la empatía y e. la gestión de las relaciones (Bautista, 2007).
¿Conocemos el
entorno familiar de nuestros estudiantes y las eventuales oportunidades (o
dificultades) que ofrece para su proceso de aprendizaje?
En este periodo se ha hecho notoria la brecha existente a nivel cultural, social y tecnológico incluso entre estudiantes de un mismo colegio. Algunos cuentan con los recursos necesarios para llevar a cabo el proceso de Escuela en Casa pero otros tantos no; como son conectividad, dispositivos (El 35% de los chicos de estrato 2,3 y 4 comparten equipo), capital cultural de los acompañantes, etc. Expertos señalan que la brecha digital se ha exacerbado por la crisis y dejará brechas en el aprendizaje de muchos niños (Hughes, 2020). Este hecho nos invita a darnos a la tarea de conocer lo mejor posible el contexto en el que se desarrollan nuestros estudiantes y desde allí proponer los planes y proyectos, las acciones y los cronogramas en la escuela; conscientes de que éste posibilita o dificulta el proceso de aprendizaje.
Así las cosas podríamos preguntarnos
en qué medida conocemos la situación económica de nuestras familias, el estado
emocional, las condiciones del espacio que habitan, su estado de salud, el tipo
de relaciones que entretejen, los lugares de procedencia, aspectos de su
historia particular, su poder de adquisición, etc. Todo esto no para dar
solución a las múltiples dificultades que puedan presentar; pero si somos una escuela rica en humanidad
debemos considerar todos estos factores por su relación e impacto directo en el
éxito de las acciones que emprendamos por los niños y jóvenes para brindarles
una educación integral de calidad.
¿Cuál es la
pertinencia de los planes de formación y acompañamiento docente y qué
presupuesto destinamos a esto?
El proceso de migración a la Escuela En Casa supuso sendos procesos de acomodación y aprendizaje para los educadores, en especial en relación al uso de recursos tecnológicos y todo lo que esto conlleva (al respecto la investigación que realizamos estableció en relación a los docentes que el 75% mejoraron sus competencias digitales). En ese sentido vale la pena considerar: ¿…se prestará especial atención a capacitar a los maestros sobre cómo digitalizar su instrucción de manera efectiva y al mismo tiempo garantizar que los estudiantes en áreas desfavorecidas tengan acceso a la tecnología que se ha vuelto esencial para el aprendizaje? (Hughes, 2020); lo anterior ya que el 14% considera que deben mejorar sus competencias digitales. Así mismo ¿Qué porcentaje del presupuesto institucional se destina (destinará) a este campo? ¿Qué otras necesidades de formación percibimos en línea con el modelo de persona y sociedad que queremos?
¿Cómo involucrar a
los acudientes en el aprendizaje de sus hijos(as)?
Ha resultado esencial que los padres sean los primeros comprometidos con la educación de sus hijos en esta coyuntura particular. (OEI,2020). Al respecto CONACED y SIGE constataron que un 93% de los estudiantes cuenta con un acompañante permanente u ocasional. Es valioso en ese sentido reconocer el interés de los acompañantes en este proceso y considerar la manera de que permanezca una vez retomemos la normalidad de la escuela ya que “una de las claves del éxito es el compromiso de los padres en la mejora educativa de sus hijos, independientemente de su nivel educativo” (OEI, 2020). La clave está en considerar cómo lograrlo a partir de los aprendizajes de la Escuela en Casa. El equipo de maestros debe destinar tiempo a esta reflexión. Se trata de lograr que la familia participe en el aprendizaje de su hijo(a) (Del Pozo, 2020) a partir del favorecimiento de una relación familia-escuela donde se potencie la presencia, la confianza, el reconocimiento mutuo y la colaboración, aspirando a ser una comunidad de aprendizaje y así forjar una relación educativa familia-escuela donde colaboramos en los procesos de aprendizaje y crecimiento en la fe, reflexionando y organizando juntos, compartiendo recursos… (Alonso, 2019).
¿Qué ajustes
podemos hacer en el proceso de evaluación?
Después del esfuerzo por elaborar los planes que permitieran poner en marcha la Escuela en Casa (y todo lo que ello implicó), una de los más grandes interrogantes fue cómo llevar a cabo el proceso evaluativo. Es probable que a la luz de esta experiencia sea el momento de pensar en transformaciones definitivas al respecto. Podríamos considerar a nivel conceptual pero especialmente en el desarrollo de las prácticas reales la preferencia por incentivar a los alumnos a vivir la experiencia del aprendizaje, sin estar pendientes de la nota final más allá de una evaluación cuantitativa o sumativa (Klein, 2020); desde un enfoque evaluativo responsable, flexible y autónomo a partir del cual se logren evidenciar practicas significativas y el desarrollo de competencias.
La pregunta por la evaluación es
relevante en cuanto que nos permite identificar en qué medida estamos alineados
y estamos alcanzando los fines establecidos en relación al modelo de persona y
sociedad que mencionábamos al comienzo de este artículo; así como a la validez
del currículo definido, pero al mismo tiempo, “la pregunta por la evaluación de los aprendizajes es la pregunta por
la escuela que viene, por la demostración de su finalidad y por el sentido
último de su existencia y transformación” (Hernando, 2020).
¿De qué manera
optimizar el uso de nuestras instalaciones?
La escuela necesita abrirse a la comunidad para poder cumplir eficaz y eficientemente una función educativa y social (Castro, 2007). El largo periodo de tiempo en el que la edificación de nuestra escuela ha estado vacía nos debe llevar a considerar en qué medida aprovechamos al máximo estos espacios en dos sentidos: a. como fuente de ingresos extra, (pero sobre todo) b. como espacios abiertos al fortalecimiento del tejido social, a la promoción de la cultura, a la generación de proyectos de impacto en el sector a nivel familiar, juvenil, infantil, etc. Merece la pena considerar en qué proyectos de este tipo podemos emplear nuestras instalaciones con este propósito durante los días sábados y domingos por ejemplo, días en los que muchas de ellas permanecen vacías y así convertirlos en espacios abiertos al barrio, al sector, a la zona circundante al colegio; para el encuentro, la tertulia, la reflexión, la mística…un oasis para las personas.
¿Cómo articular lo
pastoral a cada dimensión de la gestión escolar?
Aún persiste en el ambiente la idea que somos escuela en pastoral en cuanto solamente disponemos de espacios para los actos litúrgicos, el rezo del rosario, el diseño de carteleras con temas alusivos a lo religioso, los grupos juveniles y la preparación sacramental (lo cual desde luego es muy importante y valioso por demás, pero insuficiente) Pero ¿solo a esto está referida la pastoral educativa? Sin duda está referida a los elementos que ya enlistamos, pero quizás ahora que no hemos podido tener estos espacios sea el momento de considerar lo pastoral en un sentido más amplio y su relación con aspectos de las escuela como el currículo (lo que significa, además de lo que ya se dijo, considerar el qué, el cómo y en el para qué del mismo), el manejo de los canales de información (es decir avaluar la presencia del colegio en sus redes sociales, página web, plataformas y cada uno de los medios que se disponen partiendo de la base de que a través de esos canales también se evangeliza; y preguntándonos elementos como: qué comunicamos, cómo lo comunicamos a quién lo comunicamos), la selección de personal (que considere aspectos como el sentido vocacional, la identificación con los fines institucionales de la escuela, su sentido de misión, sus planes de crecimiento académico; y no solamente basados en su formación profesional), los planes de formación (considerando su crecimiento y desarrollo emocional y espiritual, el fortalecimiento de su identidad como educador católico y vocación como maestro; y no solo centrados en la formación técnica, procedimental o pedagógica), la adecuación de los espacios (alienados con la propuesta educativa, que estimulen la creatividad, promuevan el trabajo colaborativo, generen un cultura y que hablen de Dios a través de signos cercanos para chicos y adultos), la evaluación (centrada en su dimensión formativa con la implicación y participación activa de actores como los acudientes), la cultura organizacional (en la que se evidencien los valores promovidos en el horizonte institucional y desde la cual se sientan todos implicados en la misión evangelizadora), el liderazgo y el direccionamiento (centrado de la participación, el involucramiento y el reconocimiento de cada uno de los integrantes de la comunidad educativa); entre otros (Alonso, 2019).
Bibliografía.
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Alonso,
Oscar y otros. Escuela evangelizadora. Escuelas Católicas. 2019.
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Bautista,
José María. La inteligencia Pastoral del centro educativo. Inteligencia
pastoral, inteligencia espiritual, y liderazgo educativo. En: ¿Líderes o
gestores? Liderazgo espiritual en los centros educativos. 2007. Santillana
Educación.
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Boff,
Leonardo. El coronavirus despierta en nosotros lo humano. 2020. Disponible en: https://www.climaterra.org/post/leonardo-boff-el-coronavirus-despierta-en-nosotros-lo-humano
• Cortina, Adela. Ciudadanos del mundo. Hacia
una teoría de la ciudadanía. Alianza Editoral. 2009.
• García-Bullé, Sofía. El tiempo de
pantalla durante la contingencia. 2020. Disponible en: https://observatorio.tec.mx/edu-news/tiempo-pantalla
• Hernando, Alonso. La evaluación de los
aprendizajes. En: La escuela que viene. Reflexión para la acción. 2020.
Fundación Santillana. Disponible en: https://laescuelaqueviene.org/wp-content/uploads/2020/07/FS150620-entregable-laescuelaqueviene.pdf
• Penagos, Rafael. La investigación-acción
pedagógica. Colección pedagogía siglo XXI. Ediciones Antropos. 2006.
• Rivas, Axel. ¿Qué hay que aprender hoy?
De la escuela de las respuestas a la escuela de las preguntas. 2019. Fundación
Santillana.
• Vásquez, Luis Fernando. Educar con
maestría. 2007. Ediciones UNISALLE.
• Gerver, Richard. Crear hoy la escuela
del mañana. La educación y el futuro de nuestros hijos. Biblioteca innovación
educativa. 2014. Ediciones SM.
• Hughes, Conrad. What lessons from the
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en: https://www.weforum.org/agenda/2020/05/covid19-lockdown-future-education/
• OEI.
Efectos de la crisis del coronavirus en la educación. Disponible en: https://www.oei.es/Ciencia/Noticia/oei-analiza-como-afectara-el-cierre-colegios-coronavirus#:~:text=Ciencia-,Un%20informe%20de%20la%20OEI%20analiza%20c%C3%B3mo%20afectar%C3%A1%20el%20cierre,por%20la%20crisis%20del%20coronavirus&text=Entre%20los%20posibles%20impactos%20negativos,3%25%20de%20la%20desviaci%C3%B3n%20est%C3%A1ndar.
•
Papa Francisco.
Discurso del santo padre francisco a los participantes en la asamblea plenaria
de la congregación para la doctrina de la fe. Sala Clementina. Jueves, 30 de
enero de 2020. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2020/january/documents/papa-francesco_20200130_plenaria-cfaith.html
• Charla con
Monserrat Del Pozo sobre el liderazgo en tiempos de crisis. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=bi-6OeugCAU
• Klein, Luis
Fernando. La Educación Jesuita frente a la pandemia. Disponible en: https://noticias.jesuitas.pe/2020/06/19/la-educacion-jesuita-frente-a-la-pandemia-covid/
• Castro,
M.M. La escuela en la comunidad. La comunidad en la escuela. Colección Acción
Comunitaria. Editorial Graó. 2007.
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