Pistas para crear un plan de formación de maestros en clave pastoral

 

"De la información a la formación 

para la transformación de los maestros"

Camilo E. Rodríguez F.

Director de Pastoral – CONACED Nacional

cerofe0306@gmail.com

 

1. Introducción

Actualmente asistimos a una sobre oferta de espacios formativos virtuales para todos los gustos. Desde luego los maestros no escapan a esta situación; quienes con gran facilidad pueden acceder una infinidad de posibilidades formativas, unas pagas y otras free en el océano infinito del internet.

Al mismo tiempo los colegios, en el marco de sus planes de desarrollo e incluso de mejoramiento, han establecido planes de formación para el equipo de maestros, los cuales en su mayoría (y por las circunstancias que todos conocemos) se han venido desarrollando de manera virtual.

Pero en ese contexto vale preguntarse acerca de la pertinencia de estos planes no solo por la manera en que se han adelantado (virtual), sino además (y principalmente) para conocer si están cumpliendo o no su cometido; ya que pueden quedar en el plano de la información, cuando lo que deben pretender es la transformación. De allí el juego de palabras: De la información a la formación para la transformación de los maestros.

Ofrezco a continuación algunas pistas, en clave pastoral, para la elaboración (o revisión) de la pertinencia de los planes de formación, ya que los colegios a mitad de año hacen evaluación de docentes y proyectan los planes de mejoramiento para ellos.


2. Qué es un plan de formación (En clave pastoral)

Conviene señalar que aquí lo central no es el sustantivo plan (conjunto de acciones organizadas para el alcance de un objetivo específico), sino el complemento (formación). Lo principal es comprender qué significa formación ya que de ello dependerá el plan que se construya. De acuerdo con Cortés, la formación busca el tránsito de una forma a una más bella y consistente. Por ello su objetivo principal es la transformación (Cortés, 2015). De allí que la pregunta orientadora a la hora de formular un plan de formación estaría en la línea de conocer qué tipo acciones formadoras requieren nuestros maestros para generar una real transformación y así éstas no queden en un plano instrumental y funcionalista, o de la información pasajera, o de la escucha pasiva y el olvido activo.

Es así como antes de definir el plan conviene que el equipo directivo y el responsable del Talento Humano se planteen preguntas como:

       ¿En qué aspectos del ser y que hacer del maestro se requieren acciones transformadoras?

       ¿Todos requieren el mismo plan de formación? ¿Cómo segmentarlo? ¿Qué información poseo para ello?

       ¿En qué dimensiones del maestro debe centrarse el plan de formación?

       Desde nuestro carisma ¿Qué pistas orientadoras podemos encontrar para la construcción del plan de formación?

       ¿Las estrategias y/o metodologías definidas para desarrollar el plan de formación están posibilitando una verdadera transformación? ¿Cómo se evidencia?

       ¿El plan de formación está centrado en aspectos informativos, técnicos e instrumentales? ¿Cómo reorientarlo para que realmente sea transformador?


3. Dimensiones de un plan de formación para la transformación


Partimos del hecho de comprender que el educador que trabaja en nuestras aulas,
es un educador cristiano. No es solo un educador, sino que tiene un sello particular. Con ello lo que queremos decir es que:

  1. Es un profesional de la enseñanza que comparte con todos los maestros “la misma misión, tareas y responsabilidades” (Cortés, 2015). Por lo tanto, su tarea es formar, es acompañar, es educar.
  2. Desarrolla su misión (y es lo que le diferencia) desde una identidad distinta que le configura, le orienta, dinamiza e inspira. Dicha identidad desde luego surge en la contemplación de las acciones de Jesús Maestro. 

De allí se desprende que un plan de formación para la transformación debiera considerar por lo menos dos Dimensiones:  profesión e identidad (a la identidad llamaremos vocación en este caso).

Por lo tanto, si como escuela católica realmente pretendemos garantizar que el plan de formación sea transformador y supere el plano de la información en la que lamentablemente muchos colegios caen (reflejado esto en procesos desarticulados y no sistemáticos centrados en charlas o conferencias aisladas carentes de un hilo conductor que permita evaluar su apropiación y medir su impacto) debemos asegurar que éste contemple acciones transformadoras en las Dimensiones de profesión y vocación.


4. Elementos a considerar en la construcción del Plan de formación en la Dimensión Vocación

Esta Dimensión se constituye el factor diferencial del educador católico. De hecho, todos lo saben en la escuela católica, pero ¿Existen elementos relacionados con el plan de formación que así lo consideren y lo corrobore? ¿En qué aspecto se enfatiza al respecto? ¿De qué manera se ha articulado el desarrollo de esta dimensión a lo largo del año? ¿En qué se centra? ¿Qué tiempo se proporciona para ello y qué recursos se destinan para ello?

La Dimensión vocación “aporta el elemento afectivo, motivacional y de sentido profundo de la actividad del educador” (Cortés, 2015). El desarrollo de ésta ayudará en el fortalecimiento de esa sensibilidad interior que, a ejemplo del samaritano, le permite al docente ver la realidad de sus  estudiantes y acercarse a curar sus heridas (de conocimiento). Sin ésta el educador incluso podría ser exitoso, pero carecería de esa articulación necesaria entre proyecto de Dios, misión de la iglesia, historia personal y misión educadora en el desarrollo de todas sus acciones.

Esta Dimensión Vocación debe considerar acciones específicas dentro del plan de formación que fortalezcan:

       La vocación humana (que ahonda y alimenta el sentido último de su existencia)

       La vocación cristiana (que permita afianzar su relación con Jesús fuente de vida)

       La vocación educadora (como respuesta al llamado de Dios a una vocación específica)

La Dimensión Vocación requiere de acciones específicas, planeadas, sistemáticas y sostenidas en el tiempo dentro del plan de formación. No pueden reducirse a la memorización de oraciones y lectura de los escritos del(a) fundador(a), o a espacios aislados de oración y celebraciones litúrgicas. Estos espacios hay que ofrecerlos, pero centrarse solo en ellos es desconocer o menospreciar la importancia que debe tener el cultivo o la animación de la vocación en los tres niveles ya indicados en un lugar privilegiado para ello: La Escuela Católica. ¿Acaso este no es el sello particular de nuestra escuela?

No pretendamos maestros plenamente identificados con nuestra misión evangelizadora si no contribuimos a que vivan con solidez su relación íntima con Dios, fuente de sentido de todo cuanto hacemos. En ese sentido conviene preguntarnos “¿Para cuándo iniciativas de innovación en este terreno, renovando así las tradiciones espirituales ligadas a las tradiciones educativas de la Escuela Católica? ¿Para cuándo congresos de la Escuela Católica que aborden este reto desde perspectivas que puedan estar más en sintonía con las nuevas sensibilidades espirituales?” (Cortés, 2015).


5. Elementos a considerar en la construcción del Plan de formación en la Dimensión Profesión

Esta Dimensión está orientada a mejorar constantemente (inspirado en la Dimensión  Vocación) el modo en que desempeñan la misión evangelizadora y la calidad e idoneidad con que la realizan. Para ello el referente principal en la escuela católica debe ser la figura de Jesús Maestro y desde allí, de acuerdo con el carisma específico, el enfoque pedagógico y el plan de desarrollo; establecer las necesidades formativas.

La pregunta que podría orientar la definición de los procesos y/o acciones específicas en esta Dimensión podría ser: ¿Qué acciones de transformación debemos promover para desarrollar mejor nuestra misión evangelizadora hoy? ¿Qué elementos podrían ayudarnos en ese proceso transformador?

Plantearse estas y otras preguntas impedirá caer en el riesgo de establecer planes que caigan en el terreno de lo tecnócrata y los instrumental que en nada aborda el centro de la relación pedagógica maestro – estudiante.

Las consecuencias de este proceso tangencial de formación de maestros en tanto desligados del centro de la misión educativo evangelizadora son lamentables: desinterés, reducido impacto transformador de las prácticas, etc.

De allí que sea necesario hacerse esta pregunta todo el tiempo, para no sucumbir ante el mar de ofertas formativas que presenta el mercado; que se instalan muchas veces en el plano del maquillaje superficial, pero de fondo nada o poco resuelven.


6. Metodología la ejecución de un plan de formación para la transformación de los maestros

Los espacios formativos transformadores que se definan para los maestros deben promover la acción del maestro, su involucramiento, su práctica. La sola exposición de ideas de un experto invitado no es certeza de un buen proceso formativo.  Estas son necesarias para abrir horizontes, ayudar a reconocer el marco general, ayudar a ampliar la perspectiva; pero por sí mismas no generan transformación alguna.

Las acciones formativas solo serán transformadoras (del maestro, de sus prácticas) “cuando la persona modifica su conducta, es decir, lo hace de otra forma” (Cortés, 2015). Por ello solo se dará una efectiva internalización de éstas en tanto se ofrezca (y se acompañe al mismo tiempo) la posibilidad de poner en acción lo aprendido; reconociendo que para aprenderlo no basta con una sola sesión informativa con el experto, sino de un proceso. El carácter de proceso es fundamental para alcanzar la transformación anhelada, los cambios esperados.

A su vez dentro del desarrollo del proceso deberán contemplarse espacios para el trabajo colaborativo, para el debate, para la discusión pedagógica, para la reflexión de la propia práctica.  Por medio de esta interacción podrán reconocer otras realidades que les mostrarán otras formas de hacer que son reales y, por tanto, posibles (Cortés, 2015). Es así que la interacción pedagógica es la mejor estrategia formativa para la transformación.

Como condición final para la definición de la metodología para el desarrollo de los planes de formación para la transformación vale considerar la personalización del mismo plan. Esta condición sugiere establecer rutas individuales (o por pequeños grupos) de formación de acuerdo con las necesidades de cada uno; reconociendo que no todos necesitan lo mismo. Por ello habrá que definir dentro de ese plan acciones para todos y acciones para específicas y particulares. Esto sin duda será ganancia para el maestro, para el colegio y principalmente para los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje.


Fuente:

Cortés, J. (2015). La Escuela Católica: De la autocomprensión a la significatividad. PPC.

Comentarios

Entradas populares