La huelga de la auyama - Reflexión de tiempos de halloween
Por:
Camilo E. Rodríguez F.
El
pasado domingo tuve la fortuna de disfrutar de un descanso
familiar a las afueras de Bogotá, rodeado del verde de las montañas, el cantar
de las aves, el rocío de la mañana, el sol del mediodía, el verde de las plantas,
la sonrisa de los lugareños, el olor maravilloso del campo y la mirada perdida de los bovinos. Qué afortunado me sentí al experimentar una sensación de plenitud,
plenitud que otorga el disfrute de lo sencillo, lo simple, lo pequeño; pero al mismo
tiempo majestuoso: la creación de Dios. En verdad me sentí enormemente
bendecido e inmensamente rico, no porque el dinero se desborde en mis bolsillos o
cuentas bancarias, sino porque el señor me ha loado con los medios para poder disfrutar
de todo lo creado por él; el primero y más importante para mí, el Don de la
salud.
Al regreso, pese a que era aún temprano, el habitual y conocido trancón de ingreso a la ciudad. Una fila interminable de vehículos de todos los tamaños, formas y marcas; de donde irrumpió un pintoresco paisaje recreado por la diversidad de automotores. En él hacía presencia el Renault 9 con una olla gigantesca ahumada sobre el techo amarrada con cuerdas de fique, y justo del otro lado, un BMW con un grupo de chicos disfrutando de su música. Los contrastes que hay que ver, pensé. En definitiva, en cada máquina de cuatro ruedas muchas vidas, cientos de historias; pero un mismo deseo… llegar lo más rápido posible a casa.
En ese multiverso que ya empezaba a asfixiar, un detalle llamó mi atención. En un principio lo encontré atractivo. No obstante, a medida que avanzábamos, esa idea se fue desvaneciendo y empezaron a surgir otras. Se trataba de la venta informal de la muy conocida, reconocida y afamada por estos tiempos curcubita moschata o mejor conocida en Colombia como auyama (ahuyama), zapallo, alcayota, calabaza o calabacín según la región que se habite.
Lo que llamó mi atención no fue la venta informal en sí misma, sino el uso que aquellos comerciantes estaban sugiriendo para este maravilloso producto de la Pachamama, el cual no era otro que la elaboración, con ellas, de las famosas calabazas de Halloween de la cultura anglosajona; desconociendo así otras recomendaciones de uso en sintonía con los tiempos que vivimos (de hambre y escasez) y en relación con el esfuerzo de la madre tierra para proveernos de este recurso. Recordemos que con la auyama se pueden preparar cremas, arepas, flanes, tortas, purés, ensaladas, panes, pasteles, bebidas, mantequillas, etc. Nos sorprenderíamos de la versatilidad de la auyama y de la variedad de opciones alimenticias que de ella se derivan. Al parecer ni la informalidad de la calle, ni muchos menos la cultura consumista en la que estamos inmersos y de la que en apariencia no podemos desprendernos, favorecía el hecho de promocionar la compra de este producto con fines alimenticios.
De allí que mi actitud pasó de la sorpresa a la indignación y al rechazo, pero no hacia los comerciantes; y muchos menos reconociendo que con seguridad se trataba de personas del campo que han tenido que cultivar y cosechar sus productos con esfuerzo y buscar la manera de comercializarlos lo más pronto posible antes que perderlos. Mi actitud de rechazo es con aquellos que teniendo una formación integral en colegios y universidades (como ustedes y como yo) en la que se promueve el desarrollo de pensamiento crítico, caigan en el juego de esta cultura del descarte que nos hace olvidar que los alimentos no son para este tipo de cosas. Permítanme ponerlo en términos de justicia y preguntar en esa perspectiva ¿Es justo que empleemos la auyama, un producto alimenticio, con fines recreativos desconociendo las condiciones de pobreza en que miles de ciudadanos de nuestro país viven? ¿No sería mejor buscar la manera de dárselas a ellos? ¿No hay mejores maneras de darle uso?
Para ayudar a responder la pregunta recordemos algunas de las propiedades alimenticias de la auyama, de seguro después de conocer esto desecharemos por completo la idea de emplearla como objeto decorativo de Halloween. Este producto amarillo y redondo algunas veces, otras de color verde y algunas otras en forma de campana, aporta beneficios a nuestro organismo que contrarrestan la anemia, la artritis, previenen el cáncer, el insomnio, la hipertensión, entre otros. Además, contiene vitamina A, B, B2, B5, C, E. Es rica en minerales como calcio, fósforo y hierro. También cuenta con propiedades antioxidantes, contribuye a mejorar la visión, además de ser diurético y laxante natural. Esto entre muchos otros aspectos.
Por eso propongo la huelga de la auyama, que no pretende otra cosa sino ser la voz de los sin voz, en este caso y aunque parezca nimio; que pretende ser la voz de la auyama para pedir que no se desperdicie, no se mal gaste, no se emplee para el uso desmedido en la decoración de los salones, pasillos, patios y jardines de nuestras casas y colegios. En su reemplazo, promovamos la compra del zapallo para preparar deliciosas recetas y obsequiar a las familias, migrantes y desplazados que lo requieran. Esa es la revolución de la auyama que debemos promover, esa es la protesta que debemos suscitar, esa es la huelga por la que debemos luchar sin hacer daño a otros y siempre para construir. ¿Quisieras participar de la huelga de la ahuyama? Para apoyar y promover esta huelga, les invito a revisar estas deliciosas recetas con auyama ¡Y que viva la huelga de la auyama!
Comentarios
Publicar un comentario