Reconstruir el Pacto Educativo Global. Entre realidades y utopías.
RECONSTRUIR EL PACTO EDUCATIVO GLOBAL.
ENTRE REALIDADES Y UTOPÍAS[1].
Por: Camilo E. Rodríguez F.
Director de Pastoral CONACED Nacional
pastoralconaced@conaced.edu.co
1. Introducción
2. Dime cómo comprendes el Pacto Educativo Global, y te diré que harás para
reconstruirlo
-
Creer que el Pacto es solo un documento
inspirador sin repercusiones prácticas en el modelo de gestión o en las
prácticas educativas del aula.
-
Creer que no estamos haciendo nada en el marco
de las intencionalidades propias del PEG y que por ende debemos partir de cero,
ya que todo está por construir.
-
Creer que a nivel educativo ya lo estamos
haciendo todo y no hay nada por mejorar.
-
Creer que es un asunto reservado a la iglesia o
la educación católica.
-
Creer que debemos esperar orientaciones más
precisas para ponerlo en marcha, dejando de lado la reflexión con nuestros
propios equipos desde nuestro contexto particular.
-
Creer que el Pacto se hace solo, sin la
participación de las familias, los estudiantes, los educadores, la sociedad
civil y el Estado.
-
Creer que se trata de un asunto eventual,
pasajero, efímero.
A partir de allí precisemos con claridad qué No
es el PEG como antesala al abordaje de su significado profundo: No es
simplemente el desarrollo de eventos académicos o sociales con la participación
personalidades y autoridades del mundo educativo, ni lo es la simple firma de
un documento de nobles intenciones en favor de la educación. Tampoco es un
intento por imponer la educación católica como única propuesta educativa válida,
y mucho menos una campaña de marketing para reposicionar la educación católica
en el país.
Partiendo de la premisa según la cual el
conjunto de creencias de una persona determina las acciones que emprenda,
imaginen ustedes lo que sucedería de mantenerse o difundirse y convertirse en
parte del imaginario simbólico de políticos, investigadores, directivos,
jóvenes, padres de familia, religiosos este tipo de alejadas creencias acerca
del PEG. Simplemente terminaríamos sepultando esta gran iniciativa y
desvirtuando su poder dinamizador de una nueva educación.
3. ¿Reconstruir?
¿Qué está destruido? ¿Quién lo destruyó? ¿Cuándo se destruyó? ¿Quiénes lo
podrían reconstruir?
El punto de partida de la invitación del Papa
Francisco en relación al PEG se concretiza en el vocablo reconstruir. Por
nimio que resulte conviene adentrarse en el significado de este término (reconstruir)
ya que revela de una parte la intencionalidad de la convocatoria y como
consecuencia indica al mismo tiempo el compromiso que asumimos quienes
atendemos este mandato. Así las cosas, en el diccionario encontramos que
reconstruir “es construir de nuevo” (Ej: Reconstruir la oficina de la rectoría),
o “volver a formar algo que se ha deshecho o roto” (El pequeño Laurousse ilustrado
2003). En definitiva, reconstruir es reedificar, restaurar, reparar, arreglar,
recobrar, rehacer, dar forma nuevamente. Solo se restaura, se repara, se arregla,
se re hace o se reconstruye aquello que se aprecia, que se estima. Lo que es
valioso, lo que representa un significado, lo que está cercano al corazón. Lo
que es útil, no en un sentido instrumental o funcional; sino en tanto su
esencia misma permite por ejemplo evocar, resignificar, sanar, fortalecer,
proyectar, unir, comprometer. Al final, ese proceso de reparación termina
haciendo que se aprecie más lo restaurado.
Pero el gran interrogante continua aun estando
presente ¿Qué es aquello que se ha destruido y qué debemos reconstruir? Desde
el acercamiento y comprensión al pensamiento del Papa Francisco, se pueden
identificar no solo una sino tres destrucciones, o como él mismo las llama,
tres rupturas. Aunque otros podrían señalar que se trata fundamentalmente de
tan solo una, de la que como consecuencia se desprenden las otras como expresiones
de la primera.
- Ruptura del vínculo vital. Refiriéndose a los relatos bíblicos de la
creación, Laudato Si´ (Papa Francisco, 2015) nos indica que: “Estas
narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones
fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el
prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones
vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros.
Esta ruptura es el pecado” (Laudato Si´ No. 66).
La relación con Dios, se rompe justo cuando el hombre desconoce su
condición de criatura e intenta ponerse por encima del creador. La relación
con la tierra, surge como consecuencia de esta primera ya que el hombre
tergiversa su relación con la tierra quedándose en el “dominio” referido en Gn.
1,28 que le llevó a sentirse poseedor, propietario, explotador, usurpador y
destructor de la misma; olvidándose del “cuidarla y labrarla” indicado en Gn.
2,15 que “implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser
humano y la naturaleza” (Laudato Si´ No. 67), porque al ser del Señor, no
le pertenece a él.
Respecto a la relación con el prójimo, la misma Encíclica nos
indica refiriéndose a la relación Caín y Abel “que los celos condujeron a
Caín a cometer la injusticia extrema con su hermano” (Laudato Si´ No. 70),
señal clara de esta ruptura con el prójimo del que dado el origen común;
también debe cuidar y custodiar. Al final estas tres rupturas no solo separan
al hombre de Dios, de los demás y de la naturaleza sino que “destruye
su relación interior consigo mismo” (Laudato Si´ No. 70).
Es esta ruptura del vínculo vital lo que nos sumerge en una
cultura prolongada y en apariencia indestructible ante la que sucumbimos;
marcada por el consumismo, el tecnicismo, el eficientismo, la destrucción, la competencia,
la razón instrumental, el afán de progreso desmesurado pasando por encima del
otro, la negación de Dios, la extracción desmedida de los recursos naturales y
el maltrato de la Casa Común, en definitiva; una cultura del descarte, que
aceleradamente nos va deshumanizando.
-
Ruptura de las relaciones. La primera ruptura de la que hablamos (la del vínculo vital), repercute en cada uno de los escenarios de
nuestras vidas y parece perpetuarse. También en la escuela hay vestigios de
esta ruptura, y se expresa principalmente en la ruptura de las relaciones
entre sus protagonistas (segunda ruptura). Es así como vemos que hay fractura o
rompimiento entre la relación: Estado – Directivos, Directivos – Educadores,
Educadores – Estudiantes, Estudiantes – Familias, Familia – Educadores, Familia
– Estado, Directivos – Sector productivo, Docentes – Medios de Comunicación,
Estudiantes – mundo empresarial, Estudiante – Estudiante, etc. Las
combinaciones resultarían infinitas.
Para ilustrar un poco esto, vale recordar el relato titulado: “La culpa
de todo en educación” (Peluso, 2020, p. 24). Este relato ilustra de forma
precisa que al hablar de una ruptura de las relaciones lo que en
realidad hacemos es concientizándonos (recordando a Freire) de la destrucción, del
daño, del quebrantamiento en el tejido de las relaciones entre
aquellos quienes estamos involucrados activamente en el establecimiento de una
educación pertinente para los ciudadanos del futuro; situación ésta que
retrasa, estaciona o dispersa los esfuerzos precisamente para alcanzarla.
Lo anterior tiene muchas expresiones como, por ejemplo, la pérdida de
la confianza de los padres hacia los educadores, o de los estudiantes hacia
sus padres. La ausencia del sentido de responsabilidad que continuamente
denuncian los educadores respecto a los estudiantes. La falta de interés
de los directivos docentes en el acompañamiento cercano de los educadores, o la
falta de disposición de los educadores para aproximarse y conocer mejor a
sus estudiantes. También, el desinterés de los organismos estatales por
conceder a la educación un papel principal en los planes de desarrollo a
nivel local, regional y nacional desde la participación ciudadana. La apatía
del sector empresarial por articular sus procesos de crecimiento y
desarrollo tomando en cuenta las necesidades del contexto en el que están
inmersas; y en especial el desconocimiento o negación del impacto de sus
acciones a nivel social y ambiental. Incluso también se percibe en la falta
de disposición para escuchar a los adultos mayores, quienes son para el
mundo una reserva de la tradición espiritual, cultural, social, ética y
estética. En el espíritu de competencia desmesurada que permea la
cultura infantil y juvenil, en la imposibilidad de soñar propuestas educativas interinstitucionales,
intercongregacionales o interdiocesanas articuladas y en red que terminen las dinámicas
canivalescas de búsqueda de estudiantes para la supervivencia institucional. En
definitiva, la ruptura se reconoce en la ausencia del sentido y vivencia de
la cultura del encuentro que subyace, al parecer, en la mente y el corazón
de gran parte de quienes conformamos esta sociedad. Todos de alguna u otra
forma asumimos que la tarea de educador es para la escuela, para los
educadores; pero no del conjunto de la sociedad; y en esa medida seguimos
avanzando sin esa interrelación continua y permanente; necesaria para
robustecer los procesos y alcanzar los frutos esperados.
Es esta, precisamente la idea que subyace en el pensamiento del Papa
cuando invita a reconstruir la Aldea Educativa retomando el proverbio
africano que reza “para educar a un niño, se necesita una aldea entera” (Papa Francisco,
2019). Por ello la aldea es condición sine qua non podría asumirse un
verdadero compromiso por la educación. Se trata de una aldea “donde se
comparta en la diversidad el compromiso por generar una red de relaciones
humanas y abiertas. En una aldea así es más fácil encontrar la convergencia
global para una educación que sea portadora de una alianza entre todos los
componentes de la persona…” (Papa Francisco, 2019).
Precisamente este concepto de aldea nos lleva comprender la
importancia de la exhortación del Papa contenida en su carta encíclica Fratelli
Tutti, en la que también nos invita a superar esta ruptura de las relaciones restaurando
la fraternidad y la amistad social.
A esta altura de la ponencia les pregunto: ¿Qué signos de esta ruptura de
las relaciones identifican ustedes en sus contextos particulares de trabajo?
-
Ruptura del Pacto Educativo. Con lo dicho hasta el momento es más sencillo identificar las razones
por las cuales el Pacto Educativo se ha desdibujado, se ha roto, se ha
fracturado. Si hay ruptura del vínculo vital (con Dios, con la tierra, con el
hermano), si hay ruptura del tejido relacional (si no existe la disposición
para el encuentro y si no me siento corresponsable); ¿Cómo podríamos
establecer una serie de acuerdos en relación a los fines y caminos para la
educación, desde el respeto y articulación del imaginario simbólico de cada uno
de los actores de la sociedad?, entendiendo por actores: niños, jóvenes,
educadores, padres de familia, directivos, organismos gubernamentales, sector
productivo, investigadores, grupos religiosos, no creyentes… etc. Porque es
claro que el pacto al que nos llama el Santo Padre involucra no solo la
participación de quienes integran la escuela católica, sino también a quienes
hacemos parte de la amplia riqueza cultural, política, social, religiosa,
ideológica que hace presencia en cada contexto.
En ese sentido conviene recordar que la palabra pacto viene del “latín
pactum que significa convenio, acuerdo firme entre dos o más partes” (El
pequeño Laurousse ilustrado 2003), de allí que se comprenda que este es el
resultado, la evidencia, el producto final de la acción de pactar, que a su vez
viene del latín pactare “acordar dos o más partes algo que se
comprometen a cumplir o defender”, al mismo tiempo significa “llegar a un
acuerdo con alguien” (El pequeño Laurousse ilustrado 2003). Otros refieren que pacto
viene del latín convenire que significa también “reunirse para un
propósito común”, propósito que muchas veces se realiza entre distintos. Un
pacto es en resumen una alianza, un convenio, un tratado solemne cuya
característica fundamental y más importante es que genera una relación
vinculante en dos dimensiones: con aquellos con quienes pacto y con lo
pactado al mismo tiempo. Es esta la mayor riqueza que el Papa pretende
llevarnos a identificar, el compromiso, la responsabilidad y al mismo tiempo el
honor que conlleva el ejercicio de pactar. El pacto educativo debe ayudar a generar
plena conciencia de la corresponsabilidad que conlleva justamente el acto de
educar.
4.
¿Pero que es aquello sobre lo que debemos
dialogar? ¿Qué es en definitivamente lo que debe pactarse? ¿Quiénes deben
pactarlo?
Desde mi óptica, tres son los factores
orientadores para percibir cuál es el Pacto que su santidad nos invita a
concretizar. Quiero expresarlos a través de tres palabras, tres acciones o
mejor tres posturas epistemológicas desde las cuales sigamos adentrándonos en
el PE. Las he llamado las 3I: Incidir, Incrementar, Insistir.
- Incidir. Se trata de desechar la falsa premisa o
paradigma eficientista, funcionalista e instrumental en la que de una u otra
forma todos hemos caído en relación a los fines de la escuela. En muchos de
nosotros se ha instalado la idea reducida de que tanto mejor colegio somos en
cuanto mejores resultados obtengan los estudiantes en las pruebas saber. Ese no debe ser el indicador del impacto de nuestras
acciones, de nuestra propuesta educativa. Por eso el Papa indica que el valor
de nuestras prácticas educativas debe medirse “por la capacidad de incidir
en el corazón de una sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura” (Papa
Francisco, 2020).
- Incrementar. “…la conciencia de que se debe realizar un cambio
en el modelo de desarrollo” (Papa Francisco, 2020); porque el actual no
funciona ya que parte de un antropocentrismo selectivo, es decir,
centrado no en la humanidad entera sino en unos cuantos que ostentan las
maquinarias de poder que su vez, bajo el paradigma del progreso y del
desarrollo, generan destrucción de la Casa Común y exclusión de los sectores
menos favorecidos. Este nuevo modelo de desarrollo deberá construirse sobre la
base de un paradigma biocentrista.
- Insistir. En que “que cualquier cambio requiere un itinerario
educativo, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos
y emergencias del mundo contemporáneo…”(Papa Francisco, 2020) Se trata de
de reconocer que solo la educación es capaz de suscitar procesos de
transformación en la persona, en la cultura; esa es su finalidad.
Esto es sobre lo que debemos dialogar (Incidir,
incrementar, insistir), sobre lo que debemos pactar. No se trata de pactar y/o
redactar un libro de recetas metodológicas respecto a cómo educar mejor a los centenials,
ya lo decíamos al comienzo. Se trata de una apuesta mucho más grande a la que
Francisco, como respuesta a las mociones del Espíritu Santo, nos convoca.
El PEG es entonces una invitación a soñar un
mejor país, un nuevo modelo de persona y de sociedad; así como también la
educación que puede ayudar a forjar esa nueva persona y sociedad, capaz de
construir ese nuevo país, de allí que sea un llamado a redefinir los fines de
la educación. Es un sueño colectivo poderoso al que nos atrae Francisco para el
que se requiere de la participación de todos los sectores: de los líderes
políticos, de los gremios de producción, de los sindicatos, de los maestros, de
las iglesias, de los docentes, del gobierno, de los científicos y
principalmente de los niños y jóvenes. Recordemos que “Un sueño que sueñas
solo, es solo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien, es una realidad”
(John Lennon).
Es una invitación a aprender a escuchar de
manera comprensiva. A tejer nuevas relaciones para sumar esfuerzos, dejando de
lado actitudes de individualismo. A sentir el dolor de los que sufren. A
imaginar y construir juntos nuevas posibilidades y alternativas en educación. A
inspirar a través del compromiso y la entrega personal.
De allí que el pacto solo es posible y se hace realidad:
a. comprendiendo y compartiendo ampliamente el llamado del Papa a reconstruir
el Pacto Educativo. b. Con actitud de escucha y la participación activa de
todos los sectores de la sociedad que reconocen en la educación el mejor camino
para "cambiar a las personas que cambiarán el mundo" (Freire). c. Con
la confianza plena en que el Espíritu de Dios inspira en la escuela nuevas
acciones en favor de la Casa Común y quienes la habitamos.
5.
¿Cómo podemos poner en marcha el PEG?
Se trata de la gran pregunta
que todos tienen. Pero no puede ser lo primordial. Lo principal es comprender
la esencia de este llamado, la riqueza, las bondades, la necesidad que se tiene
del mismo; de allí que haya dedicado buena parte de esta ponencia a este
cometido. Ya hemos visto que esto no se trata de recetas preestablecidas, sino
de la generación de dinámicas de reflexión sostenidas en el tiempo en las que
participen todos los actores y sectores de la sociedad.
La clave para ponerlo en marcha el PEG es dialogar. Se trata de un diálogo eficaz en donde en el
que escuchar, más que hablar, sea la actitud que dinamice el proceso de
reconstrucción del Pacto. Se trata de escuchar no para responder, sino para
comprender, para discernir, para juntos proponer y juntos construir. No puede
haber pacto sin una actitud real de escucha; que aleje los prejuicios y acerque
a los actores. Se trata de un real ejercicio de democratización de la palabra
en el que se reconoce la riqueza de la experiencia de quienes participan.
¿Alcanzan ustedes a imaginar el resultado de este proceso de diálogo?. Escuchar
implica dejar los prejuicios, tomarse el tiempo, desinflar el ego, crear
silencio, discernir, perder el miedo a
escuchar (Torralba). Esa escucha será con los
niños, los ancianos, los amigos, los pobres, los desarrapados, los
enfermos…
Redescubriendo personal
y colectivamente las convicciones y motivaciones para educar hoy, en el marco
de un cambio de época dinamizado por la cuarta revolución industrial.
Comprendiendo de una parte; el contexto social, político,
económico, religioso y tecnológico en que estamos inmersos; y de otra, aproximándonos a la manera como
esto repercute en la realidad de los niños y jóvenes y sus familias; como punto
de partida para enriquecer y dinamizar el proyecto educativo institucional.
Revisando y proyectando la alineación de nuestro PEI con el contexto
local, nacional y global como punto de partida para establecer los planes de
mejora a corto, mediano y largo plazo; orientados por los criterios de acción
del Pacto Educativo Global y la participativa activa de la comunidad educativa.
Promoviendo la construcción
participativa de un currículo que se implique en los problemas sociales
globales y el alcance de los objetivos de desarrollo sostenible.
Vinculando a las familias, los
jóvenes, los estamentos gubernamentales y otros actores en la construcción de
una educación para la dignidad y los Derechos Humanos, la ecología integral, la
justicia económica y la promoción de la paz.
Estableciendo espacios para la formación
y acompañamiento en el crecimiento de la interioridad de los educadores, los
jóvenes y las familias como punto de partida para reafirmarse como seres en
relación con Dios, los otros y la creación.
Propiciando espacios de acogida. Para acompañar a cada
niño en su diferencia y particularidad, así como a los educadores y en las
familias desde su singularidad. Preguntémonos entonces: Si no todos los niños y
adolescentes son iguales ¿En qué aspectos de nuestra oferta educativa se
evidencia que consideramos su individualidad? ¿Qué situaciones viven hoy los
educadores y las familias que puedan ser acompañadas desde la Escuela?
Asumiendo un liderazgo directivo con especial interés en el desarrollo de lo
mejor de cada persona, la promoción del trabajo en comunidad, la escucha de la
experiencia de los mayores y los anhelos de los más jóvenes... incluso por
encima de asuntos administrativos o técnicos.
Fomentando alianzas. Para escucharnos y reflexionar juntos el
sentido del Pacto. No es una simple asociación. Se trata de formar comunidad
(existe diferencia en ello) para crear caminos que permitan reconstruirlo;
porque el camino se hace así precisamente, haciéndolo, avanzando, soñando en
comunidad. Alianzas para emprender
conjuntamente iniciativas que sumen esfuerzos en nuestro compromiso por la
construcción de un mundo más humano, fraterno y solidario. Estas alianzas
pueden darse al interior de cada colegio en primer lugar, con otros colegios de
la misma ciudad, con otras denominaciones religiosas, a nivel congregacional,
etc.
Referencias
Papa Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si’ del santo padre
francisco sobre el cuidado de la casa común. Recuperado de: https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
Papa Francisco. (2019). Mensaje del santo padre francisco para el
lanzamiento del pacto educativo. Recuperado de: https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2019/documents/papa-francesco_20190912_messaggio-patto-educativo.html
Peluso, S. (2020). Pacto educativo.
La educación como práctica de una transformación personal y social. PPC.
Papa Francisco. (2020).
Mensaje con ocasión del encuentro promovido y organizado por la Congregación
para la educación católica: “Global Compact on Education. Together to look
beyond" realizado el jueves, 15 de octubre de 2020 en el aula magna de la
Pontificia Universidad Lateranense. Recuperado de:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/10/15/glob.html
[1] Ponencia presentada en el
XVIII Encuentro Arquidiocesano de Educadores 2021. Reconstruir el Pacto
Educativo Global en el escenario pospandemia: Entre realidades y utopías.
Organizado por la Arquidiócesis de Bucaramanga el 24 de septiembre de 2021.
Comentarios
Publicar un comentario