"No nos llames. Nosotros te llamamos" - Sobre la importancia de decir a los colaboradores por qué no continúan haciendo parte del equipo de trabajo.
Al final de todo ello aparece silenciosa una realidad que durante el año lectivo estuvo en periodo de letargo o adormecimiento, pero con la que muchas personas conviven todo el año lectivo; que resulta angustiante para algunos, pero también inadvertida para otros. Se trata de la culminación del periodo de contratación para muchos funcionarios de los colegios privados (entiéndase cuerpo docente, personal de servicios generales, equipo de apoyo, directivos). Usualmente esto ocurre, según sea el caso particular, hacia finales de noviembre o principios del mes de diciembre. Es un tiempo en el que cientos de funcionarios entran en periodo cesante por casi dos meses y medio (puede variar) dada la modalidad de contratación: término fijo. Es algo que acontece todos los años por la misma época y que por tratarse de una acción sostenida en el tiempo va instaurando una serie de rituales y de prácticas que terminan legitimándose a fuerza de uso sin que siquiera alguien se atreva a indagar acerca de la pertinencia de las mismas.
Muchas reflexiones podrían hacerse respecto de todo lo que alrededor de esta realidad se mueve; pero de manera particular, quiero centrar mi atención en una de ellas que no solo no debería ser implementada por cualquier entidad educativa (menos aún por un colegio de inspiración cristiana católica), sino que además debe rechazarse abierta y rotundamente ya que desdice sobre manera acerca del carácter educativo y especialmente formativo que este tipo de instituciones representa no solo para los cientos de niños y adolescente que asisten, sino también para las personas que hacen parte de la comunidad educativa de la que por su puesto también hacen parte el grupo de colaboradores.
Para referirme a esta práctica, emplearé la acuñada y conocida frase de aquellos (deshumanizados) equipos de gestión humana de las frías e hiperproductivas multinacionales que dice: "Nos nos llames. Nosotros te llamamos". Casi todos sabemos en qué contexto es empleada esta sentencia, ¿Alguna vez te la han dicho?. Por lo general es utilizada en el marco de un proceso de selección de personal de cualquier compañía en el que el interesado, luego de haber participado de las pruebas establecidas y/o procesos de entrevista, queda en un proceso de (impaciente) espera para conocer si ha sido el elegido o no. Es allí donde viene la expresión "No nos llames. Nosotros te llamamos". Solo el predestinado recibirá la anhelada llamada. No es usual que quienes no fueron seleccionados oigan timbrar su teléfono para escuchar del otro lado la inesperada noticia que le movilizará a continuar en búsqueda.
Es claro que el colegio está en su derecho de prescindir de los servicios de cualquiera de sus funcionarios o colaboradores en el momento en que así lo decida, y que para ello basta con ajustarse y cumplir con los requerimientos de ley que para el caso aplican. Eso no tiene discusión. Pero recordemos antes que nada que la escuela es un escenario formativo para todos, y que todo en la escuela educa y forma a todos y no solo a los estudiantes: el patio forma, las relaciones forman, las procedimientos forman, el trato a las personas forma; y en la medida en que forma, transforma al mismo tiempo a las personas partícipes de este proceso. Por eso el estilo de la escuela, y especialmente de la escuela católica para llevar a cabo este tipo de procedimientos es diferente y no sucumbe antes las prácticas empresariales, jurídicas y del mercado que son en muchos casos abiertamente deshumanizadas.
En ese sentido, ¿no deberían los colegios destinar todo lo necesario para que este último tiempo de vínculo entre el funcionario que no continúa y la institución fuera también un momento formativo y transformador? Para ello convendría destinar un tiempo de reunión con quien no continúa, mediado por el amor misericordioso y la vocación educadora que iluminan toda acción en la escuela y de aquellos que direccionan los procesos al interior. Se trata de la última entrevista personal. Ese espacio privilegiado de encuentro con la intimidad y humanidad del otro, en el que en el marco de un ambiente fraterno y de acogida (también atendiendo a los elementos legales que blindan el proceso) y recuperando el proceso de acompañamiento docente, el plan de mejoramiento personal, los objetivos trazados al inicio del año escolar y muchos otros aspectos más; se indique con exactitud aquellos aspectos por los cuales el colegio tomó la decisión de no renovar el contrato.
No se trata de justificar la decisión. La decisión está tomada y es claro que el colaborador deberá acatar y asumir. De lo que se trata es de socializar aquellos elementos que esta persona, a la luz del seguimiento hecho durante el año, deberá fortalecer, mejorar, enriquecer, trabajar, etc. para seguir cualificando su labor como educador. No es un espacio para la queja sino, reitero, para la formación que propicia transformación. Se trata de las últimas palabras y recomendaciones que como colegio podremos decirle para que continúe en ese camino de ser cada vez mejor maestro (funcionario, empleado) donde quiera vaya a estar. Así quedará en evidencia nuestro interés por la persona y nuestro enfoque humanista y cristiano; y logrará deshacerse de la mente y el corazón del colaborador esa idea de no saber qué pasó, qué hizo mal o qué no fue del agrado de los directivos. Asimismo dejará un sensación de respeto y gratitud por la institución en el imaginario de quien se despide. Se trata en últimas de hacer un buen cierre del vínculo laboral, ya que al fin y al cabo compartió por un tiempo muchos sueños, ilusiones, dificultades y esperanzas. Que el mismo respeto con que se inició esa relación laboral, sea el que hoy de cierre a ese relacionamiento. Que el sinsabor desaparezca para ambas partes y que quede en el ambiente un aliento de esperanza por querer volver.
Es el compromiso por la educación lo que debe inspirar este tipo de prácticas aunque no se contemplen en la normatividad dispuesta o el derecho laboral, es el reconocimiento de la centralidad de la persona del que nos habla el pacto educativo global lo que motiva a querer y buscar el crecimiento de todos cuanto pasan por el colegio. Al mismo tiempo en las obras de misericordia podemos hallar esa fuente inspiradora para la renovación y resignificación de los procedimientos al culminar un año escolar, en especial en los relacionados con el despido o no renovación del contrato de cualquiera de los colaboradores como son: Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste.
Para culminar, recordemos que al cierre de cualquier proceso debe hacer presencia un sentimiento de gratitud, despedir a un funcionario o despedirse de una institución, debe ser también un momento de gratitud. “La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”. Papa Francisco (Ángelus del 28 de junio de 2020).
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