Identidad de la Escuela Católica para una cultura del Diálogo - Primera Parte

 



Por Camilo E. Rodríguez F. 
Director de Pastoral - Conaced Nacional
cerofe0306@gmail.com

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Recientemente la Congregación para la Educación Católica socializó el documento La identidad de la Escuela Católica para una Cultura del Diálogo, dirigido a todos quienes trabajan en el ámbito de la educación escolar. Su propósito fundamental es “ofrecer unas orientaciones más profundas y actualizadas sobre el valor de la identidad católica de las instituciones educativas en la Iglesia” Se trata de “una oportunidad para reflexionar y profundizar en… la esencia misma y la razón de ser de la presencia histórica de la Iglesia en el campo de la educación y de la escuela, en obediencia a su misión de anunciar el Evangelio enseñando a todas las naciones (cfr. Mt 28, 19-20)” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 12)

Dada la importancia que reviste el acercamiento a este texto en razón a que sus líneas posibilitan el enriquecimiento de nuestra oferta educativa como colegios confesionales; queremos señalar a partir del mismo, algunos rasgos de la identidad de la Escuela Católica con el propósito de ayudar a afianzar los horizontes de sentido que dan vida al Proyecto Educativo Institucional de los colegios. Dichos rasgos podrán ser socializados con el equipo de maestros y directivos quienes desde su creatividad podrán asumir, enriquecer o poner en práctica.

¿Por qué la Iglesia se interesa y se involucra en la educación de las personas? ¿Por qué establece las escuelas católicas?

Porque educar hace parte de su esencia, de razón de ser, de su misión fundamental, no se trata simplemente de una “obra filantrópica de la Iglesia para responder a una necesidad social” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 10). De allí que retomando la Carta Encíclica Mater et magistra, el documento nos recuerda que Jesús confió a la Iglesia la doble misión “...de engendrar hijos para sí, y la de educarlos y dirigirlos…” (Carta Encíclica Mater Et Magistra. No. 1)

¿Cuáles son los principios fundamentales de la educación cristiana en las escuelas a partir de Gravissimum Educationis? 

      Primero – Reconocemos que la Educación es un Derecho Universal: Recordemos que “Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación, que responda al propio fin, al propio carácter, al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz” (Gravissimum educationis No. 1). 

      Segundo – Reconocemos y promovemos la libertad para elegir la oferta educativa: El documento recuerda que “La elección de la escuela debe hacerse libremente y según conciencia; de ahí el deber de las autoridades civiles de posibilitar diferentes opciones dentro de la ley. El Estado tiene la responsabilidad de apoyar a las familias en su derecho a elegir la escuela y su proyecto educativo. ” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 12). 

      Tercero – Creemos que la Educación es mediación para la evangelización: Educamos para anunciar a todos los hombres y a todos los pueblos el camino de la salvación, comunicar a los creyentes la vida de Cristo y ayudarles con atención constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida. En ese sentido la Iglesia educa para “promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 13). 

      Cuarto – Promovemos y desarrollamos la educación inicial y continua de los maestros: Porque “De ellos depende, sobre todo, el que la escuela católica pueda llevar a efecto sus propósitos y sus principios” (Gravissimum educationis No. 8). Una formación que es integral y en todas las dimensiones del maestro mediada por el acompañamiento real que genera transformación. 

      Quinto – Reconocemos la misión educativa como verdadero apostolado: Que se inspira y se sostiene por el Espíritu de Dios que concede al maestro los Dones que lo llevan a ser testimonio de Cristo a través de sus enseñanzas y su vida, lo que lo convierte en un verdadero servidor y constructor de una nueva sociedad (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 14). 

      Sexto – Promovemos la colaboración mutua: Porque es la garantía para el éxito de la misión que la escuela católica se ha trazado. Esta colaboración debe darse con los padres principalmente, pero también entre escuelas católicas y no, entre maestros, etc. Su propósito será buscar “el bien de la comunidad humana universal” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 15). 

      Séptimo – Reconocemos que la Escuela Católica es comunidad vital. Ya que “el elemento característico de la escuela católica no es solo perseguir los fines culturales y la formación humana de la juventud, sino también crear un ambiente comunitario escolar, animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 16).  

3. ¿Qué otros principios fundamentales pueden identificarse posteriores al Vaticano II?

      Octavo – Nos renovamos continuamente sin perder de vista nuestra propia identidad: En metodologías, en recursos y estrategias, entre otros; para responder a los nuevos desafíos que nos presenta el devenir y desarrollo de la dinámica humana, siempre en “referencia a la concepción cristiana de la vida” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 18).

Dicha identidad está dada por la perfecta y armónica sintonía entre el sujeto escuela y el adjetivo católica. Porque eso es lo que somos precisamente: Escuela Católica. Somos escuela, al igual que lo es cualquier otra debidamente establecida y regulada, en tanto en ella se ofrece ”a través de una actividad educativa organizada y sistematizada… una cultura orientada a la educación integral de las personas” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 19).  Somos escuela en cuanto creamos las condiciones físicas, relacionales, organizativas, pedagógicas, de gestión, programáticas, curriculares, etc. para que los niños y jóvenes desarrollen sus potencialidades que les permita participar en la construcción del bien común. Hecho que sin duda nos diferencia ampliamente de lo que es una parroquia o un instituto para la formación catequética. 

Pero somos escuela con apellido concreto: católica, y lo somos no solo porque cumplimos a cabalidad la función social anteriormente indicada, es decir, porque sabemos “integrar la transmisión del patrimonio cultural y científico ya adquirido” a las nuevas generaciones (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 19), sino porque todo esto se realiza desde una concepción cristiana de la realidad que además de ser nuestro sello propio identitario otorga sentido y significado toda acción específica en ella. Así entonces, sin el adjetivo calificativo católica, seríamos una oferta más en el competido mundo de la oferta educativa. 

Decir entonces que somos escuela católica es reconocer que su fuente inspiradora y fundamento es la figura de Jesús, quien vino a anunciar al Reino de Dios y a promover, por su puesto, una nueva realidad y cultura que lo hiciera posible desde el compromiso de cada uno de nosotros. Se trata entonces de continuar la misión evangelizadora de Jesús, para la que la escuela y la educación misma es mediación propicia. De allí que “la identidad católica de las escuelas justifica su inserción en la vida de la Iglesia, teniendo en cuenta su especificidad institucional” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 21). 

       Noveno – Concebimos la escuela como un espacio abierto para todos: Especialmente para aquellos quienes ven transcurrir su vida entre sendas dificultades económicas y sociales principalmente que les impiden acceder a una buena educación. Pero también abierta para aquellos que atraviesan nuevas pobrezas como quienes han perdido el sentido auténtico de la vida y carecen de todo impulso por un ideal, a los que no se les proponen valores y desconocen totalmente la belleza de la fe, quienes tienen a sus espaldas familias rotas e incapaces de amor… los esclavos de los nuevos ídolos de una sociedad, que, no raramente, les presenta un futuro de desocupación y marginación” (La escuela católica en los umbrales del tercer milenio No. 15). 

Para quienes atraviesan estas y cientos de tipos de pobrezas más, la escuela permanecer abierta y dirige sus acciones de manera creativa, como respuesta definitiva al llamado de Jesús y como parte esencial de la misión que le es propia en el seno de los procesos de evangelización de la Iglesia. 

      Décimo – Educamos desde el testimonio de vida: Tanto consagrados como laicos viven la misión educadora como una verdadera vocación derivada de su “vocación cristiana (El laico católico testigo de la fe en la escuela No. 37), lo que significa que no solo transmiten con un alto profesionalismo un saber específico relacionado con su área de enseñanza, sino que principalmente ayudan a sus estudiantes a asumir valores y descubrir verdades siendo imagen, imperfecta desde luego, del único Maestro (La escuela católica en los umbrales del tercer milenio No. 14). 

      Undécimo – Confiamos en el acompañamiento como estrategia privilegiada para el crecimiento individual: Para ello la Escuela Católica destina los espacios de formación necesarios para que a ejemplo de los discípulos de Emaús; los maestros descubran el valor, los medios, los tiempos y los escenarios en que debe realizarse el acompañamiento de los estudiantes y así poder ayudarles en el conocimiento de sí mismos, de sus aptitudes y recursos interiores para que puedan vivir conscientes de sus opciones de vida…” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo No. 29). 

      Décimo segundo – Nos comprometemos y promovemos el Pacto Educativo Global: Que permita, desde la reconstrucción de las relaciones entre los diferentes actores y sectores involucrados en el mundo educativo, soñar y establecer juntos la educación que necesitamos hoy de cara al futuro y que será capaz de ayudar a forjar un nuevo modelo de persona y de sociedad. Se trata de un ejercicio reflexivo constante que requiere del compromiso permanente de los niños y jóvenes, padres de familia, educadores, sector productivo, gobierno, etc.; y que por ende se recrea para responder a las nuevas necesidades que se presentan.


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