Entre Thanksgiving, Cristo Rey y clausuras o grados

 


Por: Camilo E. Rodríguez F

Tres acontecimientos se presentan cada año en los colegios de calendario A durante el mes de noviembre. Aunque a simple vista parecen desarticulados y no guardar alguna relación, percibo un hilo capaz de conectarlos y de tejer un vínculo entre ellos.  

De una parte está el cierre del año escolar que conlleva una verdadera revolución en la que confluyen situaciones de todo tipo que reafirman la dinámica imparable de estos centros: Aparece el festejo de los estudiantes por los logros obtenidos y la búsqueda de nuevos horizontes para quienes prontamente se graduarán. A la vez, y en contraposición, en los pasillos se perciben la preocupación de otros (espero que pocos) que por razones diversas deben hacer esfuerzos adicionales para ser promovidos al siguiente grado. Están los agites propios de la organización de las clausuras y grados; como también la necesaria planeación y proyección del año que viene. Simultáneamente se piensa en la organización de las vacaciones, la compra de regalos de navidad, etc. En cualquier caso, todo cierre de proceso implica encuentro, alegría y festejo. Sin duda, pese al cansancio y ritmo imparable, por estos días el ambiente en los colegios se torna diferente, se hace festivo y celebrativo. Es la satisfacción que brinda el alcance de las metas.  

De otra, está la celebración del Thanksgiving propia de los países nórdicos de nuestro continente, que conmemora ese gesto de fraternidad (según se narra) entre la cultura anglosajona (de los colonizadores ingleses que continuaban migrando hacia territorio norteamericano) y los pueblos originarios que de tiempo atrás eran los poseedores naturales de esas tierras; quienes alrededor de la cosecha parecieron comprender y apreciar por instantes el valor del encuentro intercultural, el respeto y la solidaridad entre distintos. Situación, toda ella, que dio origen a la tradicional fiesta familiar que hoy se conmemora por proclama de George Washington en 1789 y Abraham Lincoln en 1863, en la que el  pavo, el vino, los alimentos a base de calabaza (auyama) y los gestos y actitudes de servicio y altruismo hacen presencia en los hogares, en las calles, en todas partes.

Por último está la fiesta de Cristo Rey que los Católicos celebramos el último domingo del año litúrgico recordando que Cristo es el Rey verdadero que debe habitar y reinar en nuestras vidas. 

Corriendo el riesgo de ser tomado por sincretista (si así pudiera llamarse), deseo resaltar que entre estas celebraciones existe un elemento en común evidente; que por tener esta condición puede pasar por alto, ser considerado como algo de poca valía, o por lo menos no destacarse de manera suficiente. Se trata de la gratitud y todas las palabras o expresiones que a ella se asocien: gracias, agradecimiento, acción de gracias, etc.

Es gratitud (acción de gracias o agradecimiento) lo que reposa (o debería reposar) en el corazón de los estudiantes hacia sus maestros por su acompañamiento y su interés por ayudarle a conocer, comprender el mundo; y motivarlos a ser constructores de uno mucho mejor para todos. Es gratitud lo que sienten los padres hacia los Directivos por su trabajo, gestión y liderazgo al frente del colegio. Es acción de gracias lo que los profesores dan al cierre de un año lectivo en el que su vocación de maestros se sostuvo, se alimentó, se fortaleció. Es gratitud lo que todo el equipo de apoyo de un colegio experimenta por una año más de servicio y por seguir teniendo la experiencia de acompañar la construcción del proyecto de vida de los estudiantes. Es gratitud lo que un niño ofrece a su maestro por haberle enseñado sus primeras letras.

Por su puesto, también es la gratitud y la fraternidad lo que reúne a las familias norte americanas aunque para ello haya que atravesar las 3.778,9 kms que separan los puntos más extremos entre La Florida y California (Neptune Beach y San Diego). Es la gratitud, la acción de gracias, lo que hace que el último jueves del mes de noviembre muchas personas se dispongan a asistir a los albergues para compartir un poco de tiempo y de alimentos con aquellos que no cuentan con un refugio y mucho menos con los alimentos para pasar un momento agradable junto a sus seres queridos.

Y es también la gratitud a Dios, lo que en nuestro corazón de creyentes debe habitar considerando que hemos culminado un año (litúrgico). Un año en el que, aún con dificultades, tuvimos un hogar, un trabajo, una familia, los recursos para el sustento, etc. Los motivos han de ser infinitos. Incluso si el año que culmina ha sido el más adverso de nuestras vidas, siempre habrá motivos para agradecer, porque aún así, estoy seguro, tuvimos aprendizajes y experiencias que han marcado nuestro crecimiento.

Es por eso que en las postrimerías de este mes, de este año incluso (llámese lectivo o litúrgico), y considerando estos elementos que brevemente he descrito; los invito a que demos gracias. Podremos hacerlo en las clausuras o grados de nuestros colegios durante estos últimos días del mes de noviembre y primeros de diciembre, o el último jueves del mes de noviembre, o el último domingo del año litúrgico; o incluso después de estos tres acontecimientos. 

Agradece a tus padres por sus cuidados, a tus amigos por el Don de la amistad, a tus profesores que te enseñan, al médico que te curó, a la persona que te aconsejó y te orientó, a la persona que te prestó dinero, a quien te explicó lo que no entendías, a quien te dio la oportunidad de trabajar a su lado o en su compañía. Sobre todo a Dios quien con seguridad siempre acompaña tus pasos. Siempre habrá motivos y personas a las que agradecer. Un corazón agradecido nunca olvida los gestos de benevolencia, los favores, las ayudas recibidas. Un corazón agradecido siempre será el terreno dispuesto para recibir la bendición de Dios.

La gratitud debe acompañar siempre nuestras vidas. Es en definitiva una actitud que debemos enseñar, pero al mismo tiempo cultivar. Y se enseña manteniendo en el hogar, en el colegio y en todos los espacios expresiones como las que ya se indicaron. Que acertado sería que la lectio finalis para los estudiantes que este año se gradúan tuviera como uno de sus ejes centrales enseñar acerca de la gratitud, de aprender a dar las gracias, de aprender a ser agradecido. Por su puesto sería también una enseñanza valiosa para los padres que asistirán a las clausuras.

Cierro proponiéndote este salmo para que cuando hagas tu acción de gracias lo puedas proclamar y a partir de éste evocar cada ocasión y motivo que tienes para dar gracias. Yo por ejemplo, te doy las gracias a ti que leíste hasta el final esta reflexión.


Salmo 138

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, pues oíste las palabras de mi boca. Canto para ti en presencia de los ángeles,

y me postro ante tu Templo santo. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu palabra ha superado a tu renombre.

El día en que clamé, me respondiste y aumentaste la fuerza en mi alma.

Te darán gracias, Señor, todos los reyes de la tierra, cuando oigan las palabras de tu boca,

celebrarán los caminos del Señor: "¡Es muy grande la gloria del Señor!"

Desde arriba el Señor ve a los humildes y de lejos distingue al orgulloso.

Si en medio de angustias caminare tú me harías vivir; con tu mano paras al enemigo y tu diestra me salva.

El Señor lo hará todo por mí, Señor, tu amor perdura para siempre, no abandones la obra de tus manos.



 









Comentarios

  1. La gratitud y la gratuidad nos hacen seres humanos excepcionales, más parecidos a nuestro Padre Dios.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gratuidad que se asocia también con el servicio, la generosidad, la compasión.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares